jueves, 9 de abril de 2015

NEGOCIACIÓN

Una buena manera de hacer que los estudiantes se impliquen en su propio proceso de aprendizaje es hacerles partícipes de las decisiones que se toman al respecto. Esto enlaza con el deseo básico de “aumentar las posibilidades de acción” en palabras de José Antonio Marina y, por consiguiente, es motivador.
Es evidente que no son ellos los que tienen que elegir los contenidos que van a formar parte del currículo, ni siquiera padres y profesores tenemos ese poder; sin embargo, hay un margen con el que podemos trabajar.
Hemos comprobado que, si realmente queremos que los alumnos sean responsables, hay que darles responsabilidad. Eso no significa que los adultos dejemos que ellos manejen las situaciones de aprendizaje, sabemos o creemos saber que hay cosas que deben aprender para crecer y tener una base para el futuro, aunque ellos ahora no vean cuál es su utilidad.
Para un docente, sería un caos dejar el control del aula a los alumnos. Ahora bien, es efectivo plantear determinadas cuestiones de manera que sean ellos los que elijan, del mismo modo que en la entrada anterior comentábamos la necesidad de explicar al estudiante las razones por las que estudia lo que estudia. Les demostramos que son parte afectada en su educación y que de las decisiones que ellos tomen dependerá la educación que reciban.
¿De qué se trata entonces? Pongamos algunos ejemplos:
·         Seleccionar varios tipos de ejercicios para que, tras explicar cómo se realizan, cada alumno escoja el que quiere hacer.
·         Proponer tareas obligatorias y optativas (estas últimas se debe intentar que sean muy atractivas para lo que tendremos en cuenta los intereses personales de los alumnos que tengamos en cada momento).
·         Pedir trabajos con temas diversos para elegir o permitir que cada uno elija el suyo.
·         Crear grupos de trabajo cooperativo en los que sean ellos mismos quienes organicen las diferentes tareas de un modo equitativo pero de acuerdo con las preferencias de cada miembro del grupo.
·         Dejar que sean los alumnos los que decidan si quieren realizar una determinada actividad individualmente, por parejas o en grupo.
·         Preguntar qué tipo de actividades, de refuerzo o de ampliación, prefiere resolver cada alumno según las necesidades que ellos consideran que tienen.
·         Proporcionar una lista de lecturas seleccionadas para que los alumnos escojan cuál quieren leer.
En todos los casos, eso sí, se han de dar pautas claras sobre lo que esperamos de los ejercicios, cómo se tienen que realizar y resolver y qué parte les corresponde a ellos decidir. Seguro que se os ocurren muchas más posibilidades. Nos encantaría que las compartierais.

Si necesitáis alguna aclaración o el desarrollo en mayor profundidad de algunas de las ideas que os proponemos, no dudéis en pedirnos más información a nuestro correo electrónico compass.info@gmail.com.

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